sábado, 26 de enero de 2008

El 'banco' Anelka

El Chelsea ha derrotado en la jornada de hoy de la FA Cup al Wigan Athletic por 1 a 2 y accede así a los octavos de final de esta competición. El francés Nicolás Anelka, que ha llegado al equipo londinense procedente del Bolton Wanderers en el mercado de invierno, abrió el marcador anotando su primer gol con la camiseta blue.

Sentado frente al Agya Sofía, la Iglesia de la Divina Sabiduría, Nicolas Anelka (Francia, 1979) encontró el camino para volver al fútbol grande. El francés vivía en Estambul el ocaso de su carrera. Era el héroe del Fenerbahçe, un club sin apenas historia, leyenda ni expectativas. Eso, año 2005, le tenía profundamente insatisfecho. Al borde de la catarsis. "En Turquía estás lejísimos de todo. Estar tan lejos de una gran Liga me hizo reflexionar mucho. Pude ver mi vida y el fútbol desde otro punto de vista. Me hizo madurar. Pensar un poco más antes de actuar. Antes era hipersensible y arrogante. No calculaba las consecuencias de nada. Ahora he cambiado. Soy más sabio".

Antes de fichar por el Chelsea, convirtiéndose "en un banco" en palabras de Arsène Wenger, quien en el verano de 1997 lo contratase con 18 años para el Arsenal procedente del Paris Saint-Germain por medio millón de libras esterlinas -hoy en día con 120 millones de euros es el jugador que más dinero ha generado en traspasos en la historia-, Anelka tuvo que deshacerse de su guiñol.

En Francia y España, donde jugó en el Real Madrid, el punta se ganó fama de tipo incomprensible. Era un chico pegado a unos cascos de música, con una pernera por la rodilla y problemas para comprender que la gente le tuteara y no le tratara de usted, como en francés. No contaba con el apoyo de sus compañeros. Lo dice hasta la decoración de su piso. Anelka, cuando jugaba en el City, sólo tenía cuatro fotos en su casa de Manchester. Una le recordaba en la puerta del Estadio de Francia junto a su amigo Jamel el día que ganó la Champions con el Madrid. Las celebraciones sobre el césped resumieron sus relaciones con el resto de la caseta. "Hemos hecho a este hijo de puta campeón de Europa", se dijeron dos pesos pesados del vestuario.

El viaje interior que Anelka empezó en Estambul acabó en Marrakech. Ya se había prometido con Bárbara, 30 años, bailarina y coreógrafa. Ya había comenzado a producir discos de rap a través del sello Falcon Records -consiguió que Drogba pusiera su voz a un disco y canceló el proyecto porque la suya no daba el nivel- y la marca de ropa 39 Pro. Y ya había vuelto a la selección francesa. Entonces, Anelka hizo algo insospechado para un hombre con leyenda de arisco y autista. Convocó a sus 25 compañeros del Bolton. Hizo que les acompañara el utillero y la mujer que se encargaba de lavar sus uniformes. Los embarcó, a gastos pagados, en un avión. Y se los llevó a Marrakech para su boda. Fue la primera imagen del nuevo Anelka, desconocido en comparación a sus tiempos en el Madrid: participaba en todos los actos promocionales del Bolton; se dejaba fotografiar con su cara entre dos besos de sendas aficionadas; y les compró, gracias a la intervención de su mujer, una mansión a sus padres en Case-Pilote, Martinica. A ellos dedicó el cambio que le ha hecho jugador del Chelsea: "Me di cuenta de que les afectaba lo que decían de mí. Les molestaba ver que el Nicolas Anelka que veían por televisión no era el que ellos conocían. Ahora intento más que estén orgullosos de mí. En el fondo de mi corazón siempre he querido volver a un gran club".

Anelka se siente liberado. Ya no sufre la presencia de Deschamps, Desailly o Blanc en la selección, "dos señores" con los que no compartía nada. Ahora se sienta a la mesa con Nasri y Benzema, dos chicos de barrio, como él, con los que habla en dialecto, "en verlan, lo que no hubiera osado con Blanc y Desailly". Ahí, sin embargo, sigue viviendo el viejo Anelka. Compite por un puesto. Y las reflexiones de Santa Sofía no han llegado para tanto: "Entre los atacantes no hay jerarquías. Nadie es indiscutible. Cada uno quiere jugar, convencido de que es el mejor del mundo. Si no piensas que lo eres, ya estás perdido".

Fuente: ELPAÍS.com

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