La número uno mundial Justine Henin, que guarda un mal recuerdo de sus dos últimos Abiertos de Australia, cuenta con aprovechar su condición de gran favorita para asociar de nuevo Melbourne con la victoria.
"Adoro Australia, adoro Melbourne, adoro jugar allí", asegura la belga, que ha debutado la pasada madrugada con victoria ante la japonesa Aiko Nakamura. Puede ser, pero desde hace dos años el primer Grand Slam del año no le sienta bien.
En 2006, Justine Henin jugaba un gran tenis cuando, enferma, abandonó la final ante Amélie Mauresmo. Esta última no apreció su retirada, que consideraba exagerada y que la privó de una victoria más brillante. Las dos campeonas, amigas en otra época, no se hablan desde entonces.
El año pasado, Henin fue baja en Melbourne a causa de un episodio todavía más doloroso, la separación de su marido. "Dejé la ciudad con un sentimiento extraño hace dos años, eché mucho de menos el torneo, estoy contenta de estar de vuelta", señala ahora Henin.
Desde el año pasado, muchas cosas han cambiado en el universo de la valona. En su vida privada, se ha reconciliado con su familia después de siete años. En las pistas, se ha vuelto más fuerte que nunca, barriendo todo a su paso desde la primavera (boreal) de 2007: 67 victorias por cuatro derrotas, una primera plaza mundial asegurada durante tiempo y una invencibilidad que dura desde Wimbledon.
"Me siento en plena forma, estoy contenta", reconoce Henin, que ha ganado los seis últimos torneos que ha disputado, entre ellos el de Sidney el viernes. "Esta victoria me ha dado mucha confianza. Con Svetlana (Kuznetsova), libramos una bella batalla en la final, exactamente el partido que necesitaba antes del Abierto de Australia". Un partido 'a la Justine' con una bola de 0-4 salvada en el tercer set antes de imponerse 4-6, 6-2, 6-4.
Era su 28ª victoria consecutiva. "Está bien, pero las cifras no son lo más importante", asegura. "En tenis, siempre hay que comenzar de nuevo. Cada vez que entro en una pista, pienso tanto en la derrota como en la victoria pues sé que todo puede pesar. Y un Grand Slam es largo, es duro, no se puede prever".
"Tengo ganas de llegar hasta el final pero sé que hay otras chicas que quieren la misma cosa que yo y este año son numerosas", añade, para "no ponerse una presión inútil".
"Tengo suficiente", deja caer, consciente de que es más que nunca la jugadora a batir. Pero su sed de victoria está intacta, a pesar de sus repetidos éxitos. Sin duda estará incluso aumentada en Melbourne, donde una segunda victoria después de 2004 le permetería borrar definitivamente un pasado doloroso.
"Hace dos años, no podía defender mis opciones al 100%, el año pasado todo el mundo sabe lo que pasó", recuerda la belga. "No siento que tenga que demostrar nada, pero estoy muy motivada".
Hace 11 años
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