Oscar Pistorius, surafricano de 21 años, nació sin peronés y a los 11 meses le amputaron ambas piernas justo por debajo de las rodillas. Pese a eso le ha dado por practicar deporte, por correr muy deprisa y por soñar con participar en los Juegos Olímpicos de Pekín. Y para la federación internacional de atletismo (IAAF), el organismo que debía dar el visto bueno a su licencia, en sueño se deberá quedar su aspiración.
Tenía 13 meses cuando sus padres, Henke y Sheila, tuvieron que tomar la decisión más dramática de su vida: amputar o no amputar al bebé. Si no lo hacían, la malformación en sus huesos iría degenerando y le crearía serios problemas en la adolescencia. Si se erradicaba el problema de raíz, el niño aprendería a manejarse desde pequeño con prótesis. "Siempre he pensado que la decisión de mis padres fue la adecuada", confiesa Pistorius, recostado en un sofá del hotel donde se aloja en Manchester. Sobre la moqueta descansan las prótesis, bautizadas apropiadamente con el nombre de cheetah (guepardo).
Nadie diría que lleva dos prótesis viendo cómo se mueve. Aprendió a caminar con ellas. Son parte de él. Por eso corre tanto, argumenta. Eso sí, siempre tuvo acceso a los mejores modelos del mercado. Su padre dirige una mina de cal en Pretoria. Cada nueve meses se las renovaba, según iba creciendo. Nunca se reparó en gastos.
A él lo que le gustaba era el rugby. En el colegio jugaba al fútbol y al tenis, pero lo suyo era el rugby. Hasta que, a finales de 2003, una lesión en la rodilla le obligó a abandonarlo y se pasó al atletismo. Ampie Louw se quedó boquiabierto la primera vez que le vio corriendo en la Universidad de Pretoria. Desde ese mismo día es su entrenador. Pistorius es un tipo guapo y sonriente. Ojos verdes, pelo corto con mechas rubias; fuerte, pero no exageradamente musculado. Sobre la mesa tiene dos ofertas de Hollywood para llevar su historia a la gran pantalla. En una le ofrecen interpretarse a sí mismo, en la otra proponen a un actor profesional.
En su país es toda una estrella. Un ídolo de fans; muchos de ellos, chicas. Su entrenador le define como un chico sensible y buena gente. "Le gustan los coches, estar con su chica, es imprudente. Pero está muy centrado en lo que quiere". Los patrocinadores también se lo disputan: presta su imagen a Visa, Honda, Ossur, Nike y Oakley. Víctor Gutiérrez, veterano atleta paralímpico canario, dice que es un chico espontáneo y natural: "Va muy rasito, pegado al suelo, no como otros fantasmones, casi siempre norteamericanos: lo primero que hace al acabar una carrera es felicitar a sus rivales".
Su madre murió hace cinco años. Pero su filosofía es seguir siempre adelante, sea cual sea el contratiempo. Estudia empresariales y espera crear una cadena de restaurantes con franquicias en Nueva York, Londres y Johanesburgo. Pero ése es un sueño a largo plazo. A corto, sueña con convertirse en el primer atleta paralímpico que disputa unos Juegos Olímpicos. La IAAF emitió el pasado martes un comunicado desde su sede de Mónaco anunciando que no permitirá al surafricano participar con sus prótesis islandesas de fibra de carbono junto a atletas con piernas de carne y hueso.
"¿Por qué?", pregunta Pistorius, que piensa dispensar la misma energía en la persecución de su sueño olímpico que la gastada en su lucha de más de 20 años por superar todas las dificultades cotidianas. "Porque corres con ventaja", le responden en la IAAF. Irónica respuesta a un amputado. Como se enteren Jeremy Wariner, Kerron Clement y compañía, toda la elite de los 400 metros, la distancia favorita de Pistorius, se cortarán las piernas rápidamente y se pondrán las mismas prótesis.
¿No habíamos quedado en que el cuerpo humano era la máquina más perfecta?
No en este caso, responden desde el laboratorio de biomecánica de Colonia donde han estudiado con detenimiento tanto el cuerpo de carne y hueso de Pistorius como sus extensiones sintéticas. Su conclusión, sobre la que se basará la negativa de la IAAF y el probable y subsiguiente recurso de Pistorius ante el Tribunal Arbitral del Deporte (TAS), es que el atleta surafricano corre sobre muelles, lo que le permite subvertir la lógica fisiológica de una prueba como el 400 metros, la más dura del atletismo, la que más acerca a sus límites de dolor al ser humano.
Según el estudio de Colonia, que le ha costado 50.000 euros a la IAAF y que ha sido dirigido por el profesor Gert-Peter Brueggemann, es como si Pistorius corriera sobre muelles. Sus cuchillas le devuelven el 90% de la energía producida cuando golpean sobre el suelo para propulsarlo hacia adelante. Un atleta sin prótesis sólo recibe la devolución de un 60% de la energía. Como la pérdida de energía en sus cuchillas es mucho menor que la que pierde un tobillo humano acelerando, Brueggemann concluyó que las prótesis son mucho más eficientes desde el punto de vista mecánico. Y, como gracias al efecto muelle, el retorno de energía no disminuye durante la carrera pese al aumento de fatiga -mientras que el 60% del pie normal baja según pasa el tiempo-, la prótesis le confiere a Pistorius también una mayor eficiencia fisiológica. Eso significa que el atleta biónico de Suráfrica es capaz de correr a la misma velocidad que otros atletas pero gastando mucha menos energía, con un menor consumo de oxígeno.
No es que Pistorius corra muy rápido -su mejor marca ronda los 46,5 segundos, a un segundo de la mínima exigida para participar en los Juegos de Pekín, a casi tres segundos, casi 30 metros, de las marcas en que se mueve Jeremy Wariner, el mejor cuatrocentista del momento-, pero su carrera sí que tiene una cualidad que no posee la de los mejores del mundo: contrariamente a la lógica fisiológica, a la disminución de la velocidad con la fatiga y el aumento del ácido láctico y todo eso, sólo Pistorius es capaz de correr más rápidos los segundos 200 metros que los primeros. Un atleta de élite suele tardar dos segundos más en la segunda parte.
El día más feliz de su vida, a la espera de poder disputar unas Olimpiadas, llegó el pasado mes de julio cuando recibió una invitación para correr en la cita romana de la Golden League, eso sí compitiendo sólo ante italianos en la Final B y no en la prueba principal, pero para Oscar su final era la final más importante, era la primera vez que se enfrentaba en una gran cita con atletas sin discapacidad. Tras una mala salida, 0.430 de tiempo de reacción, como es habitual en él, llego al 200 en último lugar pero fue remontando puestos para entrar segundo parando el crono en 46.90, muy cerca del vencedor, Stefano Braciola, que lo detuvo en 46.72. "Ha sido algo increíble, una gran emoción. El sueño de toda una vida que se ha coronado", dijo al término de la prueba rodeado de un gran número de periodistas. Tras ser felicitado por todos sus rivales, Oscar abandonó el estadio Olímpico de Roma que lo aplaudía puesto en pie. Sabía que pese a cruzar la meta en segunda posición acababa de ganar la carrera de su vida.
Hace 11 años
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