El domingo el jugador del Real Valladolid Joseba Llorente marcó el gol más rápido de la historia de la Liga ante el Espanyol a pase de Víctor, de quien partió la idea de la jugada. Ambos cuentan hoy como se fraguó el gol en las páginas de El País.
Joseba Llorente (Hondarribia, Guipúzcoa; 1979) no tiene precisamente planta de futbolista. Es alto, demasiado delgado, desgarbado e incluso a veces aparentemente descoordinado. "Creo que no me pitan penaltis porque me caigo muy raro", intenta justificarse. Pero su estrecho cuerpo le permitió el domingo perforar la atención de dos centrales en una carrera de poco más de siete segundos desde el centro del campo hasta la línea del área, el lugar en el que recogió el pase ciego de Víctor para marcar el gol más rápido de la historia de la Liga. Un gol paradójico porque en la vida de Llorente casi nada ha sido rápido. El éxito le ha llegado con 28 años.
Víctor recordó la noche de 1996 en la que armó una parecida contra el Barça de Robson y Ronaldo. En aquella ocasión fue el autor del gol tras recibir del uruguayo Gutiérrez. O la del año pasado, cuando lo intentó, pero el balón rebotó en la espalda del Chino Losada. El domingo, Víctor habló con Joseba antes de que el árbitro pitara el inicio, "Estás bien para esprintar, Joseba?". "Sí, claro", contestó éste. "Pues corre, que yo te la lanzo. ¿A qué central la prefieres?". "Al izquierdo", contestó el ariete. "Vamos a ver si sale". Y salió ante los ojos atónitos de Torrejón y Lacruz y la salida atropellada de Lafuente. Víctor tenía fe en la jugada, pero antes no tuvo un compañero que recorriese 40 metros en 7 segundos.
Mendilibar ni siquiera vio la jugada. Tampoco la había ensayado, aunque no pone objeciones. "Si quieren probar, hay que dejarles. Siempre y cuando no suponga mucho riesgo, el futbolista tiene que probar cosas suyas", aseguraba divertido el técnico del Valladolid, que no estaba en el banquillo porque tenía que cumplir un partido de sanción y se enteró del gol por los gritos de la gente cuando iba camino de su butaca.
Precisamente, Mendilibar es uno de los factores determinantes de la explosión de Llorente. Le conocía del Eibar. Cuando fichó por el Valladolid, tuvo que esperar, a la sombra de Aduriz, hasta que un año después llegó Mendilibar. La relación es tan estrecha que Llorente rechazó en el verano una oferta del Athletic. "Lo hice porque quedaban tres días para que se cerrase el mercado y yo sabía que donde iba a triunfar en Primera era en Valladolid porque es donde más he aprendido: por el entrenador, por el entorno y, también, por lealtad", explica.
Hace 11 años
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